domingo, 31 de enero de 2010

El banquete más maravilloso

Hoy traigo, con la autorización del autor, un relato muy apropiado para este blog.

El banquete más maravilloso

Ignacio González

Era un tibio y exquisito amanecer de estío que tendía a transcurrir de igual forma que solía durante los tiempos últimos: con la lentitud típica y excesivamente parsimoniosa que, como ya se apuntó, se ha venido dando por los caminos palaciegos de la principal provincia terrenal.

Unos cuantos segundos después del más hermoso e increíble despertar, el prodigio de la vida se manifestó lisonjero y bucólico, con la cálida liviandad que suele encontrarse muy cerca de estos lares.

La primera impresión no pudo menos que ser veleidosa y de un sutil encanto. El ambiente impregnado de la brisa matinal propició el peculiar inicio:

Los árboles frutales cumplieron a cabalidad al surtir el alimento más dulce y jugoso que jamás antes pudo haberse deleitado. La compañía floral encantaba el lugar de una manera suave y elegante, al emitir su colorido tierno e impregnar el mágico aroma de la eternidad.

La caída de agua brindaba el sonido delirante del golpeteo hueco y repetitivo que reflejaba además un distraído y truncado arco multicolor. Era el momento de una fuente frugal de esencias extravagantes convertidas sabiamente en exquisitos y exuberantes sabores místicos que satisfacían al más estricto de los paladares.

El primer tiempo formal lo marcó la cremosa y delicada sustancia obtenida horas antes en la molienda fina producto de los frutos del nogal y hojas de menta.

Las bebidas espiritosas rondaban el lugar cual apariciones fantasmales, entre míticas y verdaderas, que en instantes breves, como punzones móviles y ardientes, cumplían su misión por demás embriagante.

De esta manera el momento llegó a la ansiedad plena para exigir belicosamente el siguiente platillo.

Aves de trino rodeadas de obleas con miel y cereales mixtos, de olor y sabor penetrantes cual jardines versallescos o bosque de olivos. Vegetales a manera de caleidoscopios cósmicos adornaban como elíxir gráfico y cromático las vistas exquisitas que nadie se atrevía en principio a deshacer.

El suceso culinario más allá de la propia degustación debió continuar y poco a poco fueron desapareciendo las formas diseñadas por auténticas manos celestiales.

Cada interludio o entremés era acompañado por complejas y estructuradas melodías de las notas musicales que rondaban en el ambiente; sin embargo y aunque parezca contradictorio, el sonido participaba en armonía poética, de tal manera que no competía (ni pretendía hacerlo) con las otras actividades del festín.

Lo anterior es de destacar pues lo complicado de las bases rítmicas y la síncopa aparente que las armonías entretejía, entretenía plácidamente al sentido auditivo.

Tiempos más tiempos menos, el final se iba acercando con la expectativa eterna hacia el futuro inmediato.

¿Qué alegorías dulces y visuales podrían corresponder al cúmulo de sabores y formas bellas ya desaparecidas a lo largo de este consumo a veces misterioso, a veces único, de una elegante y disfrutable transparencia?

¿Existirá algún alimento del espíritu capaz de trastocar las más hondas fibras del más exigente de los mortales y no tanto?

Nadie quería presentarse al final, pero éste tuvo que llegar; las fanfarreas con su elocuencia así lo denunciaron.

Inmediatamente después del anuncio melódico se hizo el más absoluto silencio en todas las inmediaciones así como en el propio lugar.

Las formas que llegaban extasiaban, una a una, las miradas ávidas, como siempre, de originalidad y audacia.

Solamente la eternidad podrá describir los caprichos primorosos que fueron desfilando a la postre, a manera de floridas y encantadoras construcciones, de adornadas grecas de tiras multicolores y cremosas y apetecibles apariencias.

Todos pudieron constatar y determinar en un instante de arrebato el gran final de este banquete. Lo más maravilloso ya había ocurrido. Sucedió instantes previos a que todo terminara.

Luces multicolores como fuegos artificiales habían inundado el horizonte, cual aves mágicas que aparecían y se ocultaban con gracia, timidez y donaire. Fueron momentos completamente electrizantes, con una fuerte dosis de un poder emanado más allá de lo meramente existencial.

Y así, poco a poco, el regreso a los caminos palaciegos de la principal provincia terrenal, se dio con la parsimonia propia de quien ha experimentado uno de los encantamientos más sublimes que mortal alguno haya sido capaz de atestiguar.

Publicado por Ignacio González el  27 de noviembre de 2009 a las 7:00am en Creatividad en las Artes Culinarias. Fusión de las Artes http://imagenarro.ning.com/


Il festino degli dei
Giovanni Bellini

4 comentarios:

  1. una joya de relato, te quedo muy bien ideal para tu blog

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  2. Gracias Alejandro, fue muy oportuno el bello relato de Ignacio.

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  3. Excelente elección, también por la pintura. Gracias por compartir tu espacio con otros autores.

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  4. Gracias Myriam, creo que por su excelencia el relato de Ignacio merece un lugar destacado en cualquier espacio, pero me pareciò tan adecuado para incluirlo aquì!, sobre todo por que su contenido tiene mucho que ver con los temas de mi blog.

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